La morada santa Reconocer nuestra verdadera identidad es aceptar que somos santos, no por lo que nosotros creamos o por lo que un mandato externo haya definido. Somos santos porque Dios es santo y fuimos creados por su amor. Simplemente por esa razón. Una vez que elegimos solo el amor, hacemos la opción de vivir en la verdad y eso supone aceptar que nuestro ser habita en la morada santa, es decir en el amor divino. Somos un ser de puro amor santo. Expresar esta verdad en nuestras vidas es lo que nos permite vivir en plenitud. No somos lo que el mundo nos ha dicho que somos. Somos la santidad personificada. Somos el amor encarnado. Somos Cristo. Hacia la aceptación de esta verdad es hacia donde nos lleva La morada santa. Elige solo el amor Elige solo el amor vino como una revelación para ayudarnos a hacernos más conscientes de la relación directa que tenemos con el amor que Dios es. Esta relación es universal aunque no siempre somos conscientes de ello. A través de la aceptación de la relación directa con Dios, reconocemos lo que somos en verdad. Elige solo el amor es un compañero de viaje hacia el encuentro directo con nuestro verdadero ser. Un viaje sin distancia que nos lleva al conocimiento de un amor que no tiene principio ni fin. El amor divino que somos en verdad. Somos un ser de puro amor. Un ser que vive en relación directa con Dios. Un ser santo. Reconocer esto dentro de la relación directa con Dios es posible, y nos ayuda a reconfigurar nuestras vidas aquí y ahora, para vivir una vida en plenitud, es decir una vida llena de alegría de ser y sentido de propósito. La revelación apunta a la sanación de la memoria. Es decir, a la restauración en nuestra consciencia del conocimiento del amor de Dios, en el que alcanzamos la plenitud del ser. El alma sabe quién la creó, y siempre vuelve al primer amor y ese es Dios.
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