Colgaron a un elefante en Tennessee por matar a un pelirrojo. Le marcaron la jeta a Capone. Jack destripó a una ramera. Paco el Muelas le vendió a un primo un tranvía. Asaetaron a san Sebastián. Mataron al Jaro, que solo tenía un cojón. Al general Galtieri le salió corta la meada. Le hicieron un cuplé a un legionario. William Burroughs le voló la cabeza a su mujer. Norman Mailer acuchilló a la suya. Le dieron lo suyo a Rodney King; le zurraron los pasmas durante ochenta segundos y se volvió loca la jungla. El Lobo Feroz servía de garrafón. El Bizco del Borge miraba torcido y disparaba derecho. Lincharon a dos desgraciados en San José y se forraron los tasqueros. Se cargaron al Ringo en un burdel de Nevada; andaba guapeando a una coja. Perpetuaron el revés de Billy el Niño. En la calle de la Princesa vivía una vieja marquesa. La Dulce Neus enseñó las peras en el Interviú. El general Millán Astray era desmontable. Estamparon camisetas con la cara del caníbal y les pusimos nombres a los monstruos. Siguiendo los pasos de aquellos ciegos que contaban crímenes en las plazas de pueblos y ciudades, pero con los ojos más abiertos y con mucha más documentación, Martín olmos nos narra con detalle crímenes y criminales, conformando con esta galería todo un compendio del mal en estado puro.
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