Los poderes de la naturaleza habitan esta obra; con ellos experimentamos el asombro originario ante la contemplación de los mundos que nacen. A lo largo de las secciones que integran el libro, nos encontramos con los cuatro elementos y sus fuerzas creadoras o destructoras: la tierra firme, pletórica de colores, cantos de aves y sorpresas; el fuego del sol, del trueno y también de la guerra; el viento que borra los valles o busca apagar la veladora del flanero como verán en un bello recuerdo de infancia, y el agua, siempre el agua, ya en el eterno océano o en la lluvia con sus caprichos. Desde la fundación de un mundo nuevo, como navegante que lleva la cuenta de los días en su bitácora y contempla la tierra desconocida y su naturaleza desnuda, hasta la experiencia individual de una voz poética que se yergue en los "Cuerpos del silencio", Lilia Ramírez reitera la función primordial de todo poeta: "La poesía es, cuando se aborda, un lenguaje nuevo". Lenguaje fundacional que nos reintegra a la naturaleza primigenia para cuestionarnos: "¿Quién conociera el idioma de los pájaros?". [CLAUDIA CABEZA DE VACA VILLAVICENCIO]
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