Rachel se había equivocado con Ben. Había pensado que era un vagabundo y resultó ser su nuevo jefe. Había creído que era un bromista y resultó ser tremendamente serio, al menos en una cosa: en su idea de seducirla. Ben hacía que se sintiera fuera de control. ¿Debería haber aceptado la petición de matrimonio del sensato Nigel? Así al menos su hija habría tenido un padre y su vida sería menos inestable... pero también menos emocionante.
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