En 1831, el joven Charles Darwin embarcaba a bordo del Beagle, en una travesía que cambiaría para siempre su vida y la historia de la ciencia. Acababa de abandonar sus estudios de Medicina, y huía de la vida de clérigo que su padre le tenía preparada. Embarcó sin una función específica a bordo. Durante los cinco años de viaje, fue asumiendo cada vez más el papel de naturalista.