Cada niño nace con un tesoro, su pureza de alma. A medida que va creciendo, somos los adultos quienes le contagiamos, más que enseñarle, las formas de vincularse en sociedad, función que sobre todo cumple la familia encargada de contenerlo, guiarlo y transmitirle de forma responsable los valores que lo conducirán a elegir ser una persona de bien, conformando así a lo largo de la vida su personalidad. En este libro me permito invitar a los adultos para que, mediante una lectura, puedan compartir un aprendizaje para ambos. Siempre que damos, también recibimos. La comunicación con el niño, poder satisfacer sus inquietudes, un momento compartido o quizás una sonrisa de satisfacción de parte del pequeño es lo que la vida, en ese momento, nos va a regalar. Guiar a un niño en su aprendizaje de vida, es a la vez una oportunidad que se nos presenta de sanar como adultos nuestro niño interior. A disfrutar todos juntos la lectura!