Esta obra narra cómo un centro escolar de primaria trabajó para construir un espacio de aprendizaje inclusivo, humano y capacitador; un lugar libre de prejuicios y determinismos acerca de las capacidades humanas y de limitaciones en las posibilidades de aprendizaje. Mientras que el interés por prevenir la desigualdad de oportunidades se suele aceptar sin mayores dificultades, si desvelamos el aparato conceptual utilizado para formular este interés, podemos ver que con demasiada frecuancia perpetúa creencias profundamente restrictivas sobre las capacidades y el potencial de cada persona. Las autoras describen cómo en unos pocos años una escuela se convirtió en una próspera comunidad con distintas vías de aprendizaje, de contenidos y estrategias didácticas que se materializaron en cada aspecto de la vida cotidiana en el centro y en las aulas. En esta propuesta se ofrecen argumentos muy sólidos acerca de las posibilidades de generar aprendizajes sin limitaciones. No se trata de la celebración del éxito de una escuela, sino de poner de manifiesto la lucha y las dificultades con las que se enfrentó el profesorado para reajustar principios del aprendizaje y concepciones pedagógicas para compartir y hacer realidad valores de inclusión, de justicia social y educación democrática. También se hace un análisis detallado de cómo desde la dirección del colegio se aprovechó el capital profesional del conjunto del profesorado y se potenció el cambio basado en una filosofía y acción colectiva. Llegará a ser, sin duda, uno de los libros de educación importantes de esta década, por su capacidad para generar optimismo en la comunidad escolar, para asumir que las cosas pueden cambiar para mejor, que sí se puede. Nuestra capacidad de respuesta, tanto individual como colectiva, a este tipo de ideas y mensajes ilusionantes afectará profundamente en los próximos años no sólo a la calidad de nuestras escuelas, sino también de nuestra sociedad.