Cuando estaba predicando en Baltimore en 1879, un reportero infiel, que creía que yo era un charlatán, vino a las reuniones con el propósito expreso de atraparme en mis comentarios. Creía que mis historias y anécdotas eran inventadas, y pretendía exponerme en su periódico.
Una de las anécdotas que conté fue la siguiente:
Hace tiempo, un señor paseaba por las calles de una ciudad. Se acercaba la época de Navidad, y muchos de los escaparates estaban llenos de regalos y juguetes navideños. Al pasar este señor, vio a tres niñas de pie ante un escaparate. Dos de ellas intentaban describir a la tercera las cosas que había en el escaparate. Esto le llamó la atención y se preguntó qué podía significar. Volvió y descubrió que la del medio era ciega -nunca había podido ver- y que sus dos hermanas intentaban explicarle cómo eran las cosas. El caballero se quedó un rato junto a ellas y escuchó; dijo que era muy interesante oírlas intentar describir los diferentes artículos a la niña ciega; les resultaba una tarea difícil.
Una de las anécdotas que conté fue la siguiente:
Hace tiempo, un señor paseaba por las calles de una ciudad. Se acercaba la época de Navidad, y muchos de los escaparates estaban llenos de regalos y juguetes navideños. Al pasar este señor, vio a tres niñas de pie ante un escaparate. Dos de ellas intentaban describir a la tercera las cosas que había en el escaparate. Esto le llamó la atención y se preguntó qué podía significar. Volvió y descubrió que la del medio era ciega -nunca había podido ver- y que sus dos hermanas intentaban explicarle cómo eran las cosas. El caballero se quedó un rato junto a ellas y escuchó; dijo que era muy interesante oírlas intentar describir los diferentes artículos a la niña ciega; les resultaba una tarea difícil.
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