La gloria de un país son sus santos. Hasta ahora, Chile solo tiene dos santos canonizados, San Alberto Hurtado y Santa Teresa de los Andes. Las historias de santidad que ha presenciado el país, sin embargo, son mucho más numerosas. En este libro, se presentan de forma amena las vidas de veinte católicos que tuvieron fama de santidad, desde tiempos de la conquista española hasta la época actual.
Difícilmente podrían encontrarse novelas más entretenidas y llenas de aventuras que estas veinte historias reales que transcurrieron o empezaron en Chile: los mártires de Elicura que murieron en Chile por anunciar el Evangelio; Andrés de Guinea, esclavo y franciscano; Pedro de Bardeci, gran devoto de la Virgen; Pedro Mayoral, misionero entre los mapuches; la famosa Beatita Benavides de Quillota; Fray Andresito, mendigo y poeta; el P. Mariano Avellana, claretiano y evangelizador infatigable; la beata Laura Vicuña, ejemplo de amor y pureza; Ceferino Namuncurá, el primer beato mapuche; Santa Teresa de Los Andes, carmelita consagrada por entero a Cristo; el beato José Agustín Fariña, mártir; San Alberto Hurtado, el jesuita alegre; el cardenal José María Caro; el P. Mateo Crawley, apóstol del Corazón de Jesús; Mario Hiriart, joven miembro de Schoenstatt; Mons. Guillermo Hartl, el obispo de todos; Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, artista, obispo y evangelizador; y Antonio Rendic Ivanovic, el doctor que entregó su vida a los pobres.
Pocas cosas aumentan tanto la alegría y esperanza de los católicos como leer vidas de santos y otras personas que se han tomado en serio su vocación cristiana. Sus historias son la prueba viviente de los milagros que Dios hace en aquellos que se fían de su gracia.
Difícilmente podrían encontrarse novelas más entretenidas y llenas de aventuras que estas veinte historias reales que transcurrieron o empezaron en Chile: los mártires de Elicura que murieron en Chile por anunciar el Evangelio; Andrés de Guinea, esclavo y franciscano; Pedro de Bardeci, gran devoto de la Virgen; Pedro Mayoral, misionero entre los mapuches; la famosa Beatita Benavides de Quillota; Fray Andresito, mendigo y poeta; el P. Mariano Avellana, claretiano y evangelizador infatigable; la beata Laura Vicuña, ejemplo de amor y pureza; Ceferino Namuncurá, el primer beato mapuche; Santa Teresa de Los Andes, carmelita consagrada por entero a Cristo; el beato José Agustín Fariña, mártir; San Alberto Hurtado, el jesuita alegre; el cardenal José María Caro; el P. Mateo Crawley, apóstol del Corazón de Jesús; Mario Hiriart, joven miembro de Schoenstatt; Mons. Guillermo Hartl, el obispo de todos; Mons. Francisco Valdés Subercaseaux, artista, obispo y evangelizador; y Antonio Rendic Ivanovic, el doctor que entregó su vida a los pobres.
Pocas cosas aumentan tanto la alegría y esperanza de los católicos como leer vidas de santos y otras personas que se han tomado en serio su vocación cristiana. Sus historias son la prueba viviente de los milagros que Dios hace en aquellos que se fían de su gracia.
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