Con frecuencia deseamos comunicar una idea con algún propósito y, por lo general, ese propósito apunta a que se comparta nuestro punto de vista. Pero si queremos convencer a alguien, el proceso de comunicación no es tan sencillo, pues requiere argumentar, y argumentar implica partir de la interpretación de un hecho. La posición que se adopte en la interpretación determina la tesis que se ha de defender. De este modo, la tesis que se de¿ende al ¿nal de la argumentación siempre se encuentra al comienzo de la interpretación. En la práctica, el anhelo de que nuestra interpretación sea correcta corresponde al anhelo de convencer argumentativamente a los demás. El primer propósito de la argumentación es convencer; de lo contrario, ¿para qué se argumenta? Pero el ¿n último, el objetivo completo, que va más allá de lo racional, no es solo convencer, sino persuadir al adversario y lograr que se identi¿que emocionalmente con nosotros.
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