Alejandro Jodorowsky buscó reproducir con sus filmes El Topo (1970) y La montaña sagrada (1973) el efecto de las drogas. Le dio a la contracultura su máximo héroe cinematográfico y se convirtió en una figura influyente en el circuito de las llamadas midnight movies en Estados Unidos. Sus películas son viajes lisérgicos o de la memoria, como ocurre con Santa sangre (1989), La danza de la realidad (2013) y Poesía sin fin (2016), y abren paso al hallazgo de innumerables símbolos budistas, hinduistas o cristianos. Por ello, son viajes en los que también se sacralizan las marcas dejadas por realizadores tan disímiles como Fellini, Leone o Buñuel. Ello sin obviar las numerosas huellas literarias dejadas por escritores como Alighieri o Rabelais. Jodorowsky: el cine como viaje hurga en las influencias cinematográficas de la obra fílmica del polifacético artista de nacionalidad francochilena. A la vez, busca interpretarlas y entenderlas con un lenguaje accesible y una escritura apasionada por descifrar sus referencias religiosas, del tarot y de técnicas terapéuticas desarrolladas por el realizador —como la psicomagia—.