La apreciación estética de la naturaleza está dotada de una libertad negada a la apreciación artística: ante el mundo natural somos libres para enmarcar los elementos como nos plazca, para adoptar cualquier posición o movimiento, de cualquier manera, en cualquier momento del día o de la noche, en cualquiera que sean las condiciones atmosféricas, y de utilizar cualquier modalidad sensible, sin por ello incurrir en el error de malinterpretarla. Ningún aspecto visible o cualidad, estructura interior o exterior, percibida a cualquier distancia y en cualquier dirección, se considera irrelevante en su apreciación estética. Y lo mismo es verdadero, mutatis mutandis, para las otras modalidades sensibles, en la medida en que la percepción de gusto, olor, textura, movimiento, presión y calor caen dentro de las fronteras de la estética. La apreciación estética de la naturaleza es una contribución fundamental al estudio de la estética de la naturaleza, uno de los focos centrales de reflexión filosófica en las últimas décadas, que ha puesto de relieve su autonomía respecto de la filosofía del arte. El libro contiene cuatro ensayos sobre los principales temas de la estética de la naturaleza, que incluyen, entre otros temas, cómo debe entenderse la apreciación estética de la naturaleza, la relación del conocimiento científico con la experiencia estética y la objetividad de los juicios estéticos sobre la naturaleza. Malcolm Budd analiza inicialmente qué ha de entenderse por naturaleza -en la que incluye tanto objetos y paisajes como procesos y fenómenos naturales- y en qué consiste su apreciación estética. Defiende el carácter específico de esta apreciación de la naturaleza como naturaleza, el relativismo y la libertad que la caracterizan. Budd analiza el pensamiento de Immanuel Kant, considerado como la mayor contribución filosófica al tema, y las principales corrientes contemporáneas en ese campo.