"Form follows function" decía Sullivan. Una propiedad esencial de la arquitectura del siglo XX es que la forma es resultado de la función. La arquitectura funcionalista responde a las necesidades antropológicas del hombre. Por ello, es llamativo que un alto porcentaje de las casas icono del Movimiento Moderno sean hoy en día museos de si mismas y no viviendas en uso ¿Se puede vivir en las casas del Movimiento Moderno? ¿Se pueden conservar sin atentar a su integridad como referentes fundamentales de la arquitectura del siglo XX? La desaparición de la Casa Guzmán de Alejandro de la Sota, bajo el titular "La tiré porque era mía. La casa era fría, triste y me costaba una fortuna mantenerla" subraya la pertinencia de estas preguntas. Descubrimos tres casos de éxito, tres casas italianas de la primera parte del s.XX que, a día de hoy, ¡siguen vivas! ¿Cómo lo consiguieron? Los relatos de Villa Necchi de Portaluppi, Villa Bianca de Terragni y la propia casa de Luigi Figini, hablan de temas centrales en la conservación del Moderno como, la permanencia de la pátina, la imagen o la materialidad original y sostienen aquel ideal moderno que sobrevive al tiempo. Con la ilusión de defender que la recuperación de la función es clave en la conservación del patrimonio moderno doméstico, abordamos la historia de la evolución de las cuatro casas de Sota, de la segunda parte del siglo XX: Casa Velázquez, Casa Varela, Casa Guzmán y Casa Domínguez. Paradójicamente, igual que sucede en la ilustración de la joven-vieja, las casas del Movimiento Moderno, ancianas, preciadas, patrimonio histórico y cultural, pueden seguir siendo jóvenes, casas que funcionan y que suscriben aquel pensamiento de Sullivan.
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