La escuela más allá de lo idílico que tenemos instaurada mentalmente como espacio del saber armónico donde todos acudimos para aprender nuevos conocimientos, recibir afecto y desarrollar valores es un espacio de abuso de la debilidad del otro. El sometimiento físico, psicológico y moral están presentes. Ante el pretexto socialmente aceptado de que la educación exige sacrificio, se consiente la humillación, el sufrimiento, el maltrato y la violencia. La escuela es un lugar de insensibilidad ante el dolor propio y ajeno, pues no solo se aprende el contenido de la educación formalmente establecido en los planes y programas de estudios, sino que se aprende a vivir con miedo y odio: miedo de ser humillado y odio por el resentimiento acumulado y reprimido. En la trastienda del paraíso, se tiene que reconocer que la escuela es un espacio en el cual se vive y se reproduce la crueldad. La crueldad en la vida escolar se manifiesta a través de un repertorio de acciones realizadas por los crueles: gritos, amenazas, expresiones sarcásticas, humillaciones, castigos, burlas, menosprecios, empujones, desafíos, descalificaciones, apodos, golpes, ironías, groserías, rumores, mentiras y engaños. Los crueles se encuentran entre estudiantes, docentes, autoridades escolares, representantes institucionales o padres de familia. La crueldad forma parte del bullying, el ciberbullying, la pedagogía negra, el aprendizaje distópico, el mobbing, el network mobbing, los tiroteos indiscriminados escolares y el terrorismo contra la escuela. La crueldad la definimos como todo acto humano (auto)destructivo consciente o inconsciente que produce heridas psicológicas, morales y físicas al (auto)infligir intimidaciones, humillaciones, maltratos y/o violencia, cuyo fin es el asesinato simbólico, psicológico, moral o real de la persona a quien se dirige: el hombre es, en efecto, el más cruel de todos los animales…