Estos estudios se proponen dos cosas. En primer lugar establecer por qué el tiempo no ha sido una preocupación en la teoría política, clásica o moderna, y por qué el concepto subyacente de temporalidad la condujo a una relación extemporánea o anacrónica con la acción colectiva. Para observar este desajuste se abordan aquí autores representativos de una visión predominantemente cíclica asociada a un horizonte que tiende al infinito, y que en cada caso debilita su consistencia interna y su sentido crítico. En segundo lugar, paralelamente a estas pretensiones, aclarar los contornos de una pragmática que concibe al tiempo como plazo, cuyas coordenadas de referencia empírica no son las del lenguaje sino las reglas decisorias que los actores eligen para preservar su continuidad, y la coherencia con que las emplean respecto de reglas de validez procesales inmanentes a los actos intencionales autónomos.