¿La aceleración sustituye a la revolución? Podría ser, en efecto, que las nuevas tecnologías en las transmisiones que permiten la puesta en red a la sociedad, terminen por disolver completamente nuestra percepción del pasado y del futuro, y con ella nuestra necesidad de cambios profundos. La interactividad parece derivar en esa temporalidad única mundial instaurada por la velocidad de la luz, que al reunir las propiedades de ubicuidad e inmediatez nos conducen cada vez más rápido pero sin registrar nada en el camino mientras que el horizonte se convierte en un punto. Es que cuando el vehículo es el de la luz, la dilatación del presente une el futuro a la instantaneidad, comprimiéndolo hasta dejarlo inmóvil. La telepresencia, la teleacción y la telesensación, reducen los intervalos de tiempo a cero, y desestabilizan los puntos de referencia, por lo cual cualquier intento de articulación colectiva de la temporalidad (las dimensiones intersubjetivas del tiempo) se vuelve anacrónico antes de empezar, y toma su lugar el instante eterno que nos hace parte de un mundo en el que todo parece haber acontecido antes de haber sucedido.