La guerra espiritual ha sido por mucho tiempo tenida como una alternativa, solo disponible para quienes quieran incursionar en ella. Este concepto se debe en buena parte debido a que prevalece en el ambiente cristiano la idea de que Jesús en la cruz venció a Satanás, y lo más que el hombre debe hacer es "creer", y se acabó.
Sin embargo, el apóstol Pablo, uno de los exponentes más representativo de la vida de fe en Jesús, asegura que tenemos lucha contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires, [1] y al hacerlo no se refería solo a las "tentaciones" que inclinarían al creyente hacia la actividad pecaminosa.
Se refería por el contrario, a una actividad constante y continua de guerra espiritual. Este concepto es parte de su evangelio y está presente casi en todos sus escritos.
Las epístolas dirigidas a las comunidades de fe de Macedonia experimentaron ampliamente su enseñanza al respecto. A los Tesalonicenses les escribe: Porque ya está obrando el misterio de iniquidad: solamente espera hasta que sea quitado de en medio el que ahora impide; Y entonces será manifestado aquel inicuo, al cual el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; A aquel inicuo, cuyo advenimiento es según operación de Satanás, con grande potencia, y señales, y milagros mentirosos. [2]
En su primera epístola a los Corintios descubre que la idolatría está sustentada por una actividad demoniaca: Antes digo que lo que los Gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios: y no querría que vosotros fueseis partícipes con los demonios.[3]
En su primera epístola a Timoteo le descubre a Timoteo que la actividad apostata está auspiciada por los demonios: EMPERO el Espíritu dice manifiestamente, que en los venideros tiempos alguno apostatarán de la fe escuchando a espíritus de error y a doctrinas de demonios.[4]
En su carta a los Tesalonicenses admite que Satanás lo embarazó y le impidió visitar nuevamente la comunidad de Tesalónica.[5] En su primera carta a los Corintios admite lo que significó para él su estadía en Éfeso: Si como hombre batallé en Éfeso contra las bestias.[6]
El escritor del libro de Hechos de los Apóstoles quien en un momento de su vida se convirtió en parte del equipo apostólico de Pablo, registra sus guerras, y presenta en forma bien descriptiva cómo se manifestaron visiblemente a través de las acciones humanas por impedir su labor apostólica. No se trataba de una oposición racional, humana, era una guerra espiritual donde su oponente era Satanás mismo y todo su Reino.
[1] Efesios 6:12
[2] 2da. Tesalonicenses 2:7-9
[3] 1ra. Corintios 10:20
[4] 1ra. Timoteo 4:1
[5] 2da. Tesalonicenses 2:18
[6] 1ra. Corintios 15:32
Sin embargo, el apóstol Pablo, uno de los exponentes más representativo de la vida de fe en Jesús, asegura que tenemos lucha contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires, [1] y al hacerlo no se refería solo a las "tentaciones" que inclinarían al creyente hacia la actividad pecaminosa.
Se refería por el contrario, a una actividad constante y continua de guerra espiritual. Este concepto es parte de su evangelio y está presente casi en todos sus escritos.
Las epístolas dirigidas a las comunidades de fe de Macedonia experimentaron ampliamente su enseñanza al respecto. A los Tesalonicenses les escribe: Porque ya está obrando el misterio de iniquidad: solamente espera hasta que sea quitado de en medio el que ahora impide; Y entonces será manifestado aquel inicuo, al cual el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; A aquel inicuo, cuyo advenimiento es según operación de Satanás, con grande potencia, y señales, y milagros mentirosos. [2]
En su primera epístola a los Corintios descubre que la idolatría está sustentada por una actividad demoniaca: Antes digo que lo que los Gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios: y no querría que vosotros fueseis partícipes con los demonios.[3]
En su primera epístola a Timoteo le descubre a Timoteo que la actividad apostata está auspiciada por los demonios: EMPERO el Espíritu dice manifiestamente, que en los venideros tiempos alguno apostatarán de la fe escuchando a espíritus de error y a doctrinas de demonios.[4]
En su carta a los Tesalonicenses admite que Satanás lo embarazó y le impidió visitar nuevamente la comunidad de Tesalónica.[5] En su primera carta a los Corintios admite lo que significó para él su estadía en Éfeso: Si como hombre batallé en Éfeso contra las bestias.[6]
El escritor del libro de Hechos de los Apóstoles quien en un momento de su vida se convirtió en parte del equipo apostólico de Pablo, registra sus guerras, y presenta en forma bien descriptiva cómo se manifestaron visiblemente a través de las acciones humanas por impedir su labor apostólica. No se trataba de una oposición racional, humana, era una guerra espiritual donde su oponente era Satanás mismo y todo su Reino.
[1] Efesios 6:12
[2] 2da. Tesalonicenses 2:7-9
[3] 1ra. Corintios 10:20
[4] 1ra. Timoteo 4:1
[5] 2da. Tesalonicenses 2:18
[6] 1ra. Corintios 15:32
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