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Buena parte de las discusiones filosóficas respecto a los rendimientos del lenguaje metafórico -sobre su capacidad cognitiva, alcance referencial, pretensión de verdad, entre otras- son deudoras del tipo de relación que establezcamos entre metáfora y lenguaje literal. Habitualmente se la presenta en términos de subordinación: o bien haciendo prevalecer al literal como aquel al que debe remitirse la metáfora para justificar su empleo, en tanto instrumento ilustrativo o preparatorio; o, a la inversa, considerando al procedimiento metafórico como sustento de todo nuestro sistema lingüístico, en…mehr

Produktbeschreibung
Buena parte de las discusiones filosóficas respecto a los rendimientos del lenguaje metafórico -sobre su capacidad cognitiva, alcance referencial, pretensión de verdad, entre otras- son deudoras del tipo de relación que establezcamos entre metáfora y lenguaje literal. Habitualmente se la presenta en términos de subordinación: o bien haciendo prevalecer al literal como aquel al que debe remitirse la metáfora para justificar su empleo, en tanto instrumento ilustrativo o preparatorio; o, a la inversa, considerando al procedimiento metafórico como sustento de todo nuestro sistema lingüístico, en tanto este resultaría de una modalidad básica que consiste en hacernos entender un asunto por otro. ¿Cómo superar estos reduccionismos? Lo intentaremos mostrando una relación que admite la tensión entre lo literal y lo metafórico, tensión productiva de la que se hará cargo el trabajo del intérprete. Pero esto requiere trascender la descripción de un receptor sólo interesado en establecer un emparejamiento directo entre enunciados y estados del mundo, pues lo que buscamos es revisar las condiciones de posibilidad de la creatividad regulada desde la lingüisticidad de la comprensión.