Antes que nada, debo hablar del lector ejemplar que es Ignacio Díaz de la Serna. Se ha ocupado de Bataille con una dedicación que no suele verse entre nosotros, en México. Ha pensado intensamente en lo que el pensador francés ha hecho y lo ha convertido en algo propio. Esto me permite afirmar lo siguiente: me interesa Bataille según Díaz de la Serna, o dicho de otra manera, me interesa y hasta me apasiona de veras el Bataille de Díaz de la Serna. Esta apropiación de un escritor indicada por la preposición de -es decir, el genitivo de propiedad o de posesión- constituye un espectáculo de pasión intelectual no muy frecuente, tampoco, entre nosotros. Como nos ha enseñado Roberto Calasso, el extraordinario ensayista italiano, el grado máximo de conocimiento es la posesión: el arrebato del abrazo amoroso. Ignacio Díaz de la Serna se ha apoderado de Bataille, de su pensamiento y de su escritura por medio de un acto rotundo de posesión, de modo que es algo más, mucho más, que un intérprete, un exégeta, un explicador o un traductor puntual y fidelísimo de Bataille (por otra parte, es esto último sin la menor duda). Ante la escritura de Díaz de la Serna asistimos a un pensamiento original, no al de un epígono o un discípulo aplicado. David Huerta (+)
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