Desde el comienzo de los movimientos feministas la mujer ha ganado en derechos y ha perdido en identidad. Ha triunfado en lo público y se ha desestabilizado en lo privado. Está más empoderada que nunca, pero se considera una víctima. Realizada en lo profesional, experimenta una gran soledad en lo personal. Se ha liberado sexualmente, pero se siente vulnerable. Ha perdido el rubor, pero exige respeto. Todo le está permitido y, sin embargo, no encuentra satisfacción. Protagoniza el éxito académico, pero no se conoce a sí misma. Y sometida a la doble alienación, sexual y profesional, no es libre para tomar la decisión más trascendente de su vida: la maternidad. Necesita hoy, más que nunca, asumir su magnífco bagaje natural y su singularidad, y tomar las riendas de su vida. Solo así será, por fn, dueña de su propio destino.