Entre una gran diversidad de materias, Henry Lefebvre se ocupó particularmente de los problemas de la urbanización y el territorio, presentando a la ciudad como el corazón de la insurrección estética contra lo cotidiano. La producción del espacio, incisiva y clarividente, es su principal obra filosófica, y estudiosos de muchos ámbitos diferentes llevaban años esperando su traducción. En ella, Lefebvre valora la importancia del espacio, que es siempre político (pues su construcción es siempre una lucha de poderes, incluso desde lo cotidiano), y pretende reconciliar el espacio mental (el espacio de los filósofos) y el espacio real (las esferas físicas y sociales donde vivimos). En el curso de su análisis, Henri Lefebvre alterna consideraciones metafísicas e ideológicas sobre el significado del espacio, con la vivencia de éste en la vida cotidiana del hogar y la ciudad. Busca, en otras palabras, tender un puente entre los ámbitos de la teoría y la práctica, entre lo mental y lo social, entre la filosofía y la realidad. Para ello recurre al arte, la literatura, la arquitectura y la economía, además de proporcionar un poderoso antídoto contra las teorías y métodos estériles y ofuscantes, típicos de gran parte de la reciente filosofía continental.