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«Y el misterio supone poder. Lo que más aterra a la gente es lo que no conoce. Si mantienes a la gente en la oscuridad, controlas la oscuridad.» TOOCH BEDSOLE, fundador de La Recámara del Infierno Alabama, 1897. Billy Waite, el sheriff del condado de Clarke, sexagenario y con treinta y tantos años de servicio a sus espaldas, harto de cabalgar por riscos y caminos y conducir hombres a la horca, ya no está para muchos trotes (su caballo tampoco). A lo único que aspira es a entregar la placa y ver la vida pasar desde su porche, en compañía de un buen cigarro y una botella de bourbon. Pero la…mehr

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Produktbeschreibung
«Y el misterio supone poder. Lo que más aterra a la gente es lo que no conoce. Si mantienes a la gente en la oscuridad, controlas la oscuridad.» TOOCH BEDSOLE, fundador de La Recámara del Infierno Alabama, 1897. Billy Waite, el sheriff del condado de Clarke, sexagenario y con treinta y tantos años de servicio a sus espaldas, harto de cabalgar por riscos y caminos y conducir hombres a la horca, ya no está para muchos trotes (su caballo tampoco). A lo único que aspira es a entregar la placa y ver la vida pasar desde su porche, en compañía de un buen cigarro y una botella de bourbon. Pero la jubilación va a tener que esperar. En los últimos días, todo se ha desquiciado. Asesinatos, edificios incendiados, gente amenazada, masacres de ganado, buhoneros desaparecidos y cercas derribadas. Se habla con temor de una banda de forajidos encapuchados. Los de la ciudad sospechan, muy convenientemente, de los aparceros mugrientos de Mitcham Beat, ahogados por las deudas y el descontento, y no dejan de espolear al sheriff para que mueva el culo y tome cartas en el asunto. Así que a Waite no le va a quedar más remedio que volver a descolgar la Marlin Modelo 93, ensillar a King, su viejo alazán patizambo, abrirse paso a batidas por el inhóspito Chaparral del Oso hasta los vastos campos de algodón, y tratar de poner fin a esa ola de terror que ya está empezando a adquirir visos de guerra, lo que, al decir de los más afectados, no es forma de inaugurar un nuevo siglo.

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Autorenporträt
TOM FRANKLIN (1963) nació y se crió en Dickinson, una comunidad no incorporada del condado de Clarke, en la zona central del sur de Alabama, no muy lejos de Monroeville, hogar de Harper Lee. Alguien le dijo una vez que un pueblo es donde para el tren. En Dickinson no paraba. Apenas 300 habitantes y dos iglesias baptistas, una para negros y otra para blancos. Muchos rifles y cazadores furtivos. Mal sitio si no te gusta matar. Algo parecido al villorrio de Faulkner. Infancia de jugar en la espesura y tratar de huir con la imaginación de las cosas que sangran: cómics de Marvel y DC. Espacio: 1999 y Galáctica Estrella de Combate. Edgar Rice Burroughs y Conan el Bárbaro. Familia muy devota, pentecostales que manifiestan su fe con curaciones milagrosas y hablando en lenguas desconocidas, «todo menos la manipulación de serpientes». Franklin recuerda que para protegerse del pecado, tuvo que arrojar a las llamas su preciada colección de libros de Tarzán. En el colegio y en el instituto, malas notas. Pésimo en álgebra. Stephen King. Luego trabajos duros. Operador de maquinaria pesada en una fábrica de arena. Inspector de residuos tóxicos en una planta química. «Trabajar años como una mula para dueños millonarios de fábricas en Detroit, mal pagado, sudando, respirando polvo de sílice, junto a hombres de espaldas arruinadas que heredaron el trabajo de sus padres y que jamás consideraron la posibilidad de ir a la universidad, hombres muy dados al insulto racista». De noche empleado en el depósito de cadáveres de un hospital, de día asistiendo a clases de escritura creativa en la Universidad del Sur de Alabama. En 1998 conoce a su esposa, la poeta Beth Ann Fennelly. Al año siguiente gana el prestigioso premio Edgar Award por el relato «Furtivos» y publica su primer libro. James Franco ha comprado los derechos para adaptar al cine tres de sus obras. El tren sigue sin parar en Dickinson.