Dos meses van trascurridos desde en que la fecha en que por deber patriótico, y creyendo ya inútil para la honra y salvación de la causa radical la lucha armada entre las fracciones liberales del Estado de Antioquia, celebramos el convenio de paz con el señor Pedro Restrepo U, base del armisticio que el señor general Gregorio Vergara y nosotros suscribíamos el 7 de marzo último en Salamina.
Desde entonces, tiempo de sobra han tenido el poder ejecutivo de la Unión, los jefes del Ejército que inconstitucionalmente fue enviado a intervenir en aquella contienda local, y nuestros enemigos personales para vanagloriare de su triste hazaña los unos, para calumniare cobardemente los otros.
Hemos aguardado con calma y pacientemente hasta donde ha sido posiblela hora oportuna de escribir esta líneas, esperadas con ansiedad por nuestros amigos verdaderos y copartidarios leales; y de tan serena resignación fuimos capaces, porque no debíamos dejar de suponer que el resentimiento la dictaba, que un encono imperdonable pudiera excitarnos, y porque, en fin, cautela y previsión hubo en oír la ufanía de los decretadores y jefe de la intervención, y la calumnia ruines de los más inmediatamente interesados en conseguir la obra de iniquidad y aplaudirla.
Apenas nos creímos en el caso de ahorrarle al poder ejecutivo de la Unión el trabajo de publicar tales como fueron firmados, alguno documento que él recibió oportunamente, y que reservaba por algo como... pudor, sobre la paz concluida en "San Lorenzo" el 6 de marzo último.
Esa publicación que hicimos en calidad de por ahora en lo primero días de abril, pudo disipar, sólo en parte, el misterio con que se velaban lo antecedentes de aquellos convenios de paz y la forma definitiva que se les dio en "Rancho-largo" y "San Lorenzo".
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