Estas páginas recogen algunos de los momentos importantes de la vida de Gregorio Peces-Barba Martínez (Madrid, 1938-Oviedo, 2012), del profesor, del investigador y del hombre político de Estado que fue. También se adentran, desde la particular mirada del autor (José Manuel Rodríguez Uribes, actual Embajador de España ante la UNESCO y exministro de Cultura y Deporte) en algunos de los rasgos que mejor definían su carácter y su personalidad. Gregorio Peces-Barba supo desde muy pronto que la felicidad del ser humano encuentra sus mejores materiales dentro de sí mismo. Esto no le convirtió en un ser solitario, ni en un egoísta. Al contrario: cultivó la fraternidad y fue enormemente generoso. Su filantropía y bonhomía eran expresión de arraigadas convicciones interiores que tenían mucho de cristianas en su origen, aunque con los años las sometió a un genuino proceso de racionalización y de secularización que le llevó al socialismo democrático, al socialismo humanista. De este ya no se movió desde 1972 hasta su muerte en julio de 2012. Peces-Barba quiso contribuir al «porvenir de España», a la que amó con pasión pero sin sectarismo. Democracia, Estado de Derecho y derechos fundamentales eran los tres pilares de su pensamiento político y jurídico. Y lo hizo sin perder de vista su propio jardín, el que conformaban, marcado siempre por la afectividad, sus amigos, sus discípulos y su familia, la gente que quería. Cultivó así las dos formas de amistad, la cívica y la personal, o la ética pública y la ética privada como decía él. Si algún valor tiene este libro es el del testimonio cercano. Su autor conoció personalmente a Gregorio Peces-Barba en 1986 y desde entonces hasta su muerte en julio de 2012 le trató casi a diario. Estamos ante un libro sincero y subjetivo, condicionado por los afectos que sin embargo tiene vocación objetiva. Hallar las palabras adecuadas, huyendo de la hagiografía que acaba en panegírico o en caricatura ha sido una constante en su elaboración; por respeto a la verdad y por respeto a Gregorio Peces-Barba, a quien le satisfacían los elogios siempre que se hicieran con moderación. Sabía con Montaigne, Montesquieu o Machado que «hasta la virtud debe tener sus límites» y por eso nunca compartió, por pudor y por rigor intelectual, los excesos en las valoraciones que ni se corresponden con la realidad de las cosas ni favorecen la comunicación y el entendimiento. Estas páginas intentan ser un retrato preciso, honesto y justo de Gregorio Peces-Barba Martínez, una semblanza de su vida, de su obra y de su forma de ser. Con esta intención se han escrito. El lector juzgará.
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