La subversión estaba instalada en nuestro país. El interior tucumano fue tomado por el ERP al que ciertos sectores del peronismo se habían acercado. Un gobierno débil encabezado por la segunda esposa de Perón, María Estela Martínez, resultaba incapaz de encauzar esa lucha violenta y sangrienta. El gran desorden en el que se desarrollaba la vida argentina hizo que la mayoría de los ciudadanos respirara con alivio cuando se instaló la tiranía militar. Nadie seguramente imaginaba el grado de violencia que se desataría. En este período, Bragado debió lamentar la pérdida de vidas jóvenes. Para algunas, el tiempo mostró que nada tenían que ver con los movimientos subversivos, pero no era posible reparación alguna. Nada justificó la violencia irracional. Bragado tuvo al frente de la Municipalidad a un integrante de una familia local, que tenía como antecedentes haber sido buenos intendentes. Su formación militar le impidió generar un diálogo con las instituciones locales con las que tuvo profundas diferencias, pero Arturo Mario Ibarra fue un continuador de sus ancestros.
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