Las confesiones son un diálogo de Agustín con Dios y son el fruto de su vida de oración, de sus meditaciones sobre las Sagradas Escrituras y de sus desvelos apostólicos por servir de ejemplo a sus hermanos en la fe. También son una obra histórica que reproduce fielmente las etapas de la conversión de Agustín a la fe cristiana, una «conversión» en el sentido psicológico del término, es decir, de un cambio en la manera de pensar, de vivir y de ser, y una «conversión»en el sentido moral de la palabra, es decir, de la ruptura total con la vida anterior, del arrepentimiento de los pecados cometidos en el pasado; y de una «conversión»en el sentido teológico y espiritual de la palabra, es decir, en la vuelta a Dios por medio de la aceptación libre y voluntaria de la fe cristiana y en la entrada en la Iglesia institucional. Es una de las obras cumbres y permanentes del espíritu humano porque trata del drama del hombre en su relación con la divinidad, con un Dios invisible, pero siempre presente en su obra, que no es la razón humana, ni la verdad abstracta, sino la verdad sustancial, Dios omnisciente y omnipresente.