Tenemos una muestra perfecta de las diversas gracias a las que debemos aspirar, en "el hombre Cristo Jesús", que nos ha dejado un ejemplo para que sigamos sus pasos. En el pensar como Él pensaba, en el sentir como Él sentía, y en el caminar como Él caminaba, se encarna toda la religión experimental y práctica. Pero como el espíritu que había en Él se transfirió en gran medida a muchos de sus fieles siervos y se reflejó en ellos, se deduce que, mientras pisamos sus huellas, estamos pisando al mismo tiempo las suyas.
Es lamentable pensar que de los muchos que llevan el nombre de Cristo - que hay tan pocos que pueden decir verdaderamente, "Pero tenemos la mente de Cristo". El nombre de Cristo, sin embargo, no servirá de nada sin la mente de Cristo. Y aunque una mera profesión nominal no tiene valor para el individuo mismo, sus efectos no pueden dejar de ser perjudiciales para los demás. Permita el lector, entonces, la palabra de exhortación. Para citar una obra recientemente publicada, "Le rogamos que cultive el temperamento que había en Jesucristo. ¿Es como un seguidor del Cordero, que se enfurece como un león rugiente? ¿Es como un criminal perdonado, que se sienta abatido con una nube sobre su frente? ¿Es como un heredero del cielo, que se siente molesto e irritado por alguna pérdida insignificante? ¿Es como uno en cuyo seno anida la paloma del cielo, que está lleno de todo tipo de malicia y amargura? Un temperamento amable, compasivo, gentil y cariñoso - presenta uno de los rasgos más ganadores de la verdadera religión; y por su influencia silenciosa y suavizante harás más servicio real al cristianismo, que por las profesiones más ruidosas, o por la exhibición de una ortodoxia fría y sin corazón." "Deshaceos de toda amargura, rabia, ira, palabras duras y calumnias, así como de todo tipo de comportamiento malicioso. En cambio, sed bondadosos unos con otros, de corazón tierno, perdonándoos unos a otros, como Dios os ha perdonado por medio de Cristo." Efesios 4:31-32.
Que la lectura de las siguientes páginas sea bendecida por la promoción de tal temperamento. Que Aquel a quien el Espíritu no le fue dado por medida, imparta al lector de su inagotable plenitud, gracia abundante; y así le haga abundar más y más en todos aquellos frutos de justicia, que son para su propio bienestar personal - para el honor de la causa cristiana - y la alabanza y gloria de Dios.
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