A finales del siglo XIX, Haggard colocó en las tierras de África, en parte inexploradas, a Allan Quatermain, el cazador de elefantes, enrolado en un viaje erizado de dificultades en busca de las portentosas minas del rey Salomón. Una sucesión de peligros, ocasionados por la naturaleza, las fieras o los nativos que no entie nden la idolatría de los blancos por las piedras se interpondrá en su camino. De todo esto surge una pregunta esencial: si la “civilización“ materialista y obsesionada por el dinero no será en el fondo más salvaje que esta tribus belicosas perdidas en el corazón de la selva.