En primer lugar, la muerte de Cristo fue natural. Con esto queremos decir que fue una muerte real. Es porque estamos tan familiarizados con el hecho de que la declaración anterior parece simple y común, sin embargo, lo que aquí tocamos es para la mente espiritual uno de los principales elementos de asombro. Aquel que fue "tomado, y por manos inicuas" crucificado y asesinado era nada menos que Emanuel (Hechos 2:23). El que murió en la Cruz del Calvario era nada menos que el "compañero" de Jehová (Zacarías 13:7). La sangre que se derramó en el árbol maldito era divina: "La iglesia de Dios que él compró con su propia sangre" (Hch 20:28). Como dice el apóstol, "Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo" (2 Corintios 5:19).
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