Tras el saqueo de Troya, la flota de los griegos está pronta a partir y las troyanas están siendo sorteadas.
Poseidón se lamenta de Troya, la ciudad cuyos muros edificó, debido a su destrucción a manos de los griegos. Ante él se presenta la diosa Atenea, indignada porque han sacado a Casandra del templo donde le rendía culto; por eso no favorecerá a los griegos en su regreso, a pesar de que los apoyaba en la guerra.
Pregunta por el destino de cada troyana, que no puede ser otro que el de malmaridada con algún vencedor: Andrómaca ha sido asignada al hijo de Aquiles: Neoptólemo; Hécuba, a Odiseo; Casandra, hija de Hécuba, a Agamenón; Políxena, también hija de Hécuba, ha de ser sacrificada en la tumba de Aquiles. Casandra entona su canción de boda, su himeneo, lleno de odio a Agamenón, anunciando que será esa boda la causa de la ruina del jefe militar de los aqueos.
Los aqueos deciden matar al hijo de Andrómaca y Héctor despeñándolo desde lo alto de la muralla de Ilión.
Llega Menelao para llevarse a Helena, y promete matarla en Esparta, adonde no quieren ir las prisioneras por ser la cuna de sus males. Hécuba alaba la decisión de Menelao de matar a Helena, más le advierte de los encantos de esa mujer y de la posibilidad de que lo vuelva a enamorar en el viaje.
Helena se defiende argumentando que la culpa es de Príamo, que no mató a Paris cuando nació, dando cumplimiento así, tal y como estaba profetizado, al destino de Troya, que habría de ser destruida si no moría el niño. Culpa también a Afrodita, que, en el juicio de Paris, le prometió que, si la juzgaba la más hermosa, le concedería el lecho de Helena. Paris prefirió ese premio al de Atenea, que le ofrecía la conquista de Grecia; y al de Hera, que le ofrecía Europa y Asia si la elegía.
Hécuba responde a Helena que no fue Afrodita la vencedora, sino Afrosine, la lujuria, y que a todas sus insensateces dan los hombres el nombre de Afrodita.
La obra cobra más dramatismo aún con el pequeño cuerpo de Astianacte, el hijo de Héctor y Andrómaca, que es recibido por Hécuba para que sea enterrado por instrucciones de su madre, que ya ha partido.
Termina la tragedia con las instrucciones a los soldados para que quemen Troya, y con la partida de las prisioneras en las naves aqueas hacia su incierto destino.
Poseidón se lamenta de Troya, la ciudad cuyos muros edificó, debido a su destrucción a manos de los griegos. Ante él se presenta la diosa Atenea, indignada porque han sacado a Casandra del templo donde le rendía culto; por eso no favorecerá a los griegos en su regreso, a pesar de que los apoyaba en la guerra.
Pregunta por el destino de cada troyana, que no puede ser otro que el de malmaridada con algún vencedor: Andrómaca ha sido asignada al hijo de Aquiles: Neoptólemo; Hécuba, a Odiseo; Casandra, hija de Hécuba, a Agamenón; Políxena, también hija de Hécuba, ha de ser sacrificada en la tumba de Aquiles. Casandra entona su canción de boda, su himeneo, lleno de odio a Agamenón, anunciando que será esa boda la causa de la ruina del jefe militar de los aqueos.
Los aqueos deciden matar al hijo de Andrómaca y Héctor despeñándolo desde lo alto de la muralla de Ilión.
Llega Menelao para llevarse a Helena, y promete matarla en Esparta, adonde no quieren ir las prisioneras por ser la cuna de sus males. Hécuba alaba la decisión de Menelao de matar a Helena, más le advierte de los encantos de esa mujer y de la posibilidad de que lo vuelva a enamorar en el viaje.
Helena se defiende argumentando que la culpa es de Príamo, que no mató a Paris cuando nació, dando cumplimiento así, tal y como estaba profetizado, al destino de Troya, que habría de ser destruida si no moría el niño. Culpa también a Afrodita, que, en el juicio de Paris, le prometió que, si la juzgaba la más hermosa, le concedería el lecho de Helena. Paris prefirió ese premio al de Atenea, que le ofrecía la conquista de Grecia; y al de Hera, que le ofrecía Europa y Asia si la elegía.
Hécuba responde a Helena que no fue Afrodita la vencedora, sino Afrosine, la lujuria, y que a todas sus insensateces dan los hombres el nombre de Afrodita.
La obra cobra más dramatismo aún con el pequeño cuerpo de Astianacte, el hijo de Héctor y Andrómaca, que es recibido por Hécuba para que sea enterrado por instrucciones de su madre, que ya ha partido.
Termina la tragedia con las instrucciones a los soldados para que quemen Troya, y con la partida de las prisioneras en las naves aqueas hacia su incierto destino.