Con los años, las historias navideñas del tío se volvieron pesadas para Pepito, quien, a sus 16 años, estaba más emocionado por obtener su licencia de conducir que por las fiestas. Aunque no se atrevía a llamar por su turno de manejo, su madre lo hizo por él. Cerca de Año Nuevo, alguien llamó por él, pero su tío fue quien contestó, lo que presagiaba una situación incómoda.