El libro define un espacio personal del autor, para conocer demonios propios sin tenerles miedo, pero sí respeto. Pudo expulsarlos e irse, pero se quedó con ellos para poder escribirlos, y así surgieron la mayoría de los poemas. A través de la escritura, intentaba darle respuesta a sus preguntas. Si bien algunas tenían y otras no, aquellas que no tenían respuestas fueron los poemas más expresivos y liberadores a nivel propio. Usó la poesía como forma de terapia en una época en la que realmente necesitaba un consuelo propio o ajeno. Finalmente encontró el mejor: que en cada escrito hay una parte propia de la que, probablemente, estaba consciente de que existía, pero la evitaba. Entonces decidió entrar en ese pozo interior, pero con ganas de conocerlo y no de ignorarlo ni temerle, como siempre. El mundo se caía a pedazos afuera y adentro, y él escribía. El mundo avanzaba o retrocedía, dejándolo atrás —o adelante— y él escribía. Por eso es que se puede ver una visión algo atroz y banal de la vida, pero totalmente real.