De la muerte no se habla. Quizá creyendo que, de ese modo, no ejercerá su voluntad sobre nosotros. Quizá creyendo que, si lo hacemos, si la nombramos, la atraeremos irremisiblemente. Así, acabamos por ignorarla. Y ella sale de nosotros. El ser humano se hace inmortal dentro del silencio. Cuando regresa (no puede ser de otra manera), ella nos toma por sorpresa. Nos aniquila. Nombrar la muerte, y de qué manera lo hace Maeve Ratón, es nombrarnos a nosotros mismos. Hacer de nosotros ruido. Nunca silencio. Nunca olvido.