En Lo trágico, los autores toman como punto de partida la diferencia entre la creación dramática trágica y la filosofía de la tragedia, dos líneas de trabajo que, como podemos comprobar en el libro, se articulan en una compleja reflexión. Tras analizar los fundamentos griegos de la tragedia en sus obras clásicas, Sófocles, Esquilo y Eurípides, y en los planteamientos teóricos de Platón y Aristóteles, sus orígenes y la interpretación de los principales conceptos, recorren con minuciosidad y rigor la historia de las diferentes concepciones habidas en el mundo romano y en la Edad Media cristiana, en el Renacimiento y, sobre todo, en los siglos xviii y xix, cuando la valoración de las obras y la teoría de la tragedia alcanzan sus cotas más elevadas, en el Idealismo y en el Romanticismo, para acabar con las principales aportaciones del siglo xx, desde Freud y Benjamin hasta Szondi y Arendt. La reflexión filosófica moderna en torno a lo trágico parte de una paradoja pues, en efecto, presupone una toma de distancia de todo lo que parece constituir su objeto específico de estudio: la tragedia. Hay que señalar que una reflexión sobre lo trágico no es lo mismo que una reflexión sobre la tragedia y esta precisión debe orientar también al lector de nuestra obra. La confrontación de estas dos líneas de reflexión se convierte, de esta manera, en una confrontación de dos épocas y de dos culturas: la época y la cultura modernas han elaborado lo trágico como idea filosófica, mientras que a la época y la cultura antiguas (que incluso podríamos denominar de forma más genérica "premodernas") se debe la elaboración de la tragedia como género literario. Esta distinción representa un punto de partida fundamental cuando se quiere afrontar el problema de la sistematización de las ideas sobre lo trágico y sobre la tragedia.