En Los Argonautas, abandonando todo conato de labor social y aún de novela de tesis, como en Los muertos mandan, aunque sólo sea tesis filosófica tan suavemente insinuada a través de una fábula desarrollada en el luminoso paisaje de las Islas Baleares, Blasco Ibáñez vuelve totalmente a sus cauces primeros y se entrega puramente a su labor de artista, escribiendo una bella novela sin asomos ni prejuicios de tesis.