Hay momentos claves en la vida de cada persona en los que ya no es una opción aferrarse a lo obtenido. Aquellos instantes en los que el tiempo deja de ser tiempo para transformarse en un ahora vertiginoso que cambia nuestro destino para siempre. Son esos irreparables ahora los que nos convierten en quienes somos y nos obligan a dejar atrás lo que alguna vez fuimos. En Los platos que rompí, la autora teje una red atrapante de causas y efectos, en donde lo cotidiano se vuelve trascendental y las palabras generan un espejo que nos invita a reflexionar sobre nosotros mismos. Un texto dulce y desgarrador, escrito con el corazón en las manos, en el que se vuelve inevitable tomar partido.