Los vicios del hombre encuentra su centralidad en eso que, para beneficio o perjuicio del ser humano, se convierte en vicio: aquello que, de forma voluntaria o no, uno lo hace carne para sí mismo y sirve para la subsistencia. Como concepto, se trata no solo de merodear por lo clásico, que es entender a un vicio como adicción o como pecado espiritual, sino profundizar en sus espejismos. Es decir, poder inspeccionar en el interior de cada persona, para darse cuenta de que todo se reduce a una abstinencia prolongada de comportamientos que alguna vez nos hicieron elevarnos o nos hicieron conocer el infierno. Hay infinidad de estos y se encuentran de muchas formas. Por esto, hay tres capítulos que intentan sintetizar en dónde se hallan los más impresionantes: el amor, como necesario impulsor y desintegrador del alma; el tiempo, como eterno mandamás y fabricador de polvo a través de la carne y los huesos; el hombre y su vida, como lo que se presenta de forma más real y desde lo cual se extrae un gran presagio: el hombre vive de la abstinencia y su vida es un improvisar eterno.