Cuando a fines de 1932 circulaba el número dos de Examen. Revista Mexicana de Literatura, la prensa derechista lanzó una denuncia judicial contra su director, Jorge Cuesta, y contra sus colaboradores: el filósofo Samuel Ramos y los escritores Rubén Salazar Mallén, José Gorostiza, Carlos Pellicer y Xavier Villaurrutia, todos ellos empleados de la Secretaría de Educación Pública dirigida por Narciso Bassols. Sobre ese ataque ultramontano al secretario se montaba además una generalizada incomodidad con los ensayos de Ramos sobre "La psicología del mexicano" que publicaba Examen, y con el trabajo crítico y creativo de Cuesta y los Contemporáneos. Sus adversarios leyeron en Cariátide, novela de Rubén Salazar Mallén que la revista entregaba mensualmente, la oportunidad para censurarlos: figuraban en ella dieciocho malas palabras que cometían el delito de "ultraje a la moral pública". Durante varios meses, Cuesta y sus amigos vivirían asediados por la prensa reaccionaria lo mismo que por la oficial; por los comunistas lo mismo que por los sombríos Comités de Salud Pública de la Revolución. Malas palabras es la historia del caso Examen, pero es también un ensayo sobre el lenguaje, sobre el conflicto entre la moral y la literatura, y entre el poder y las letras, así como la historia del rencor entre el liberal Cuesta y el ideólogo Bassols. El libro recoge y analiza los documentos y debates que el juicio generó en la prensa, en los juzgados, en los epistolarios de algunos protagonistas y, desde luego, en la propia revista Examen. Una revista de mínimo tiraje que, entre órdenes de aprehensión, jueces y amparos, se convirtió en emblema de la libertad de expresión en un momento especialmente confuso de la Revolución mexicana.
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