Si le preguntamos al optimista el porqué de su posición, lo más probable es que se encoja de hombros, y avergonzado responda "no sé". Vivimos en el epicentro del nihilismo profetizado en el siglo XIX como consecuencia de la pérdida de la fe en Dios. La humanidad se ha sumido en constantes guerras sin fin, de todos contra todos, y el tóxico espectro del racismo azota la humanidad una vez más. ¿Será aun posible el optimismo? Este libro es mi repuesta a la pregunta porque aún soy optimista.
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