En diversas ocasiones y de diferentes maneras, Dios se complació en hablar a nuestros padres por medio de los profetas, antes de hablarnos a nosotros en estos últimos días por medio de su Hijo. A Elías, se le reveló por medio de una vocecita tranquila. A Jacob, por medio de un sueño. A Moisés, le habló cara a cara. A veces se complacía en enviar a un profeta favorito a cumplir alguna misión especial; y mientras estaba así empleado, le concedía un mensaje particular, que se le ordenaba entregar sin reservas a todos los habitantes de la tierra. Un ejemplo muy instructivo de este tipo lo tenemos registrado en el pasaje que ahora se les lee. El primer versículo nos informa de que fue una palabra o un mensaje que vino inmediatamente del Señor al profeta Jeremías. No se nos dice en qué momento, o cómo estaba empleado el profeta cuando llegó. Tal vez, mientras oraba por aquellos que no querían orar por sí mismos. Tal vez, cerca de la mañana, cuando estaba durmiendo o reflexionando en su cama. Porque la palabra vino a él, diciendo:
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