Ante lo que parece el final del hispanismo o de una importante etapa del mismo, este libro no pretende hacer balance de la actividad de los hispanistas, ni valorar o criticar sus aportaciones –aunque es claro su papel en la elaboración de nuestra imagen, del mismo modo que fue importante la presencia de los exiliados españoles en países como México y Reino Unido, por la difusión que hicieron de la cultura española y porque dinamizaron la vida intelectual de los lugares donde vivieron y trabajaron–, sino dejar testimonio de un periodo y un modo de hacer. Quienes escriben aquí, conscientes del momento de cambio, se preguntan quién es el hispanista y en qué consiste serlo. La mirada del otro nos identifica y aporta elementos de identidad; pero no es menos importante que esa mirada suele ser comparativa y que, por tanto, el resultado de la actividad hispanística sirve, o puede servir, para la historiografía española tanto como para la del lugar de procedencia del estudioso. El libro es, también, una suerte de homenaje a figuras que, como Antonio Rodríguez-Moñino, Américo Castro, José Fernández Montesinos, Vicente Llorens o José Manuel Blecua, alentaron el estudio de nuestra cultura dentro y fuera de España.