En plena Guerra Civil, en 1937, Borjas, de 16 años, trabajaba como pescador en un pueblo de Cantabria (España). Una tarde, de regreso a su casa, fue testigo de la salvaje ejecución de su amigo, a manos de un bando combatiente. Presa del terror, abandonó su tierra para ir a América, en busca de un lugar donde vivir y trabajar en paz. En Argentina, hizo realidad aquel deseo. A mediados de los años setenta, convertido en un empresario exitoso y con una familia consolidada, un contexto de gran inestabilidad social y política lo enfrentó con Nano, su hijo mayor, activista gremial, quien luego pasó a la clandestinidad para militar en la lucha armada. Borjas, con un presente de bienestar, construido con mucho esfuerzo, revivió el miedo a su pasado de pobreza y terror. Sintió irrealizable su sueño de ser parte de una sociedad en paz. El terrorismo y la traición se mezclaron y conmovieron los cimientos de la relación entre padre e hijo, envuelta en una vorágine de hechos plenos de acción e intriga.