Las proliferación de metáforas de ausencia por desaparición y su excesiva lexicalización surge, entre otros problemas, por la forma en como se ha tramitado los horrores del pasado y el presente en México. La tramitación de los horrores pasados y presentes ha ponderado una perspectiva de justicia monetarista basada en el reparto de recursos económicos. La apuesta de los gobiernos transicionales o postransicionales en México ha sido conformar un corporativismo del olvido, una forzada organización o unidad, como si se tratara de un sindicato de dolientes. Se anhela democratizar su dolor y ejercer una justicia monetaria y corporativa. Estas estrategias han romantizado también el camino a la verdad, se le aleja de todo interés político y jurídico, la experiencia de la ausencia se negocia y disemina como demanda en los espacios públicos, se descolectivizan las demandas, se individualizan a través de una excesiva monetarización. Las tramitaciones del pasado y del presente siguen siendo un lastre para la justicia transicional y postransicional. Los debates se han cerrado una y otra vez, mientras se conmina a la creación de organizaciones no gubernamentales, organizaciones civiles para fungir como mediadores del dolor a través de la facturación. Así, la fórmula para solucionar las demandas prioriza el papel del Estado, los mediadores civiles o no gubernamentales y el recurso económico otorgado a los familiares de las víctimas. Esta medida económica de resarcimiento eliminará a mediano y largo plazo la categoría de desaparecido, ponderará la categoría de víctima y forjará la ilusión de una justicia a través del corporativismo del olvido. Así se va preparando el camino para consolidar un perdón sufragado, sin verdad, justicia, ni dignidad.