A lo largo del día pasan muchas cosas en la vida de Natalie: se pelea con esos odiosos trolls a los que llama hermanos, que la molestan porque le gustan los unicornios, se quiebra la cabeza en la clase de matemáticas, hace como si no le importara el divorcio de sus padres y suspira cuando su amor platónico pasa frente a ella... ¿Suspira? ¡Mentira! Prácticamente se derrite y se pone temblorosa al ver a Shawn Price, quien no se da cuenta de las dulces miradas indiscretas de cierta chica, ya que está muy ocupado mirando a la perfecta Hannah Carson como para notarla; aunque no es que se quejara, porque sería bastante vergonzoso que la viera babear por él. No, Shawn y Nat jamás hablarán, jamás tendrán una cita, jamás se besarán y jamás le romperá el corazón... ¿O sí? «No importa qué tan amarga sea la vida, puedes agregarle azúcar».