Al nacer me subí al tren de la vida y emprendí un viaje lleno de embarques y desembarques, estaciones, pasajeros y equipajes. Me apropié de los mandos como un maquinista y he tenido un viaje lleno de aventuras, con caminos difíciles, con pasajeros que han quedado en el camino y me dejaron con la nostalgia de los amores perdidos; otros se subieron para quedarse llenándome de sueños, fantasías, desafíos, esperas y despedidas sin regresos. Todos han tocado mi vida, en cada pasajero he buscado el amor; de todos he aprendido, haciendo de mi vida un impetuoso manantial de vivencias. Mi estadía en el tren ha valido la pena, aferrada a la esperanza llegaré a la estación final y tendré la emoción de pensar que hice todo para que mi equipaje me hiciera valiosa. Buscaré la luz y la inmensidad del mar, ese océano tan grande como alguna vez fue mi desdicha y dejaré atrás los recuerdos de un pasado cargado de desesperanza.