- Esta edición es única;
- La traducción es completamente original y se realizó para el Ale. Mar. SAS;
- Todos los derechos reservados.
¡Naturaleza! ¿Qué dominio del espíritu, así como de la materia, no encierra esta prestigiosa palabra? La naturaleza, pero todo lo que nuestros sentidos nos permiten concebir de ella no puede darnos más que un pálido reflejo de su poder omnipotente.
En mi libro El secreto de la vida, ya he intentado levantar una esquina del velo, examinando algunos problemas especiales que plantea la biología, especialmente los del instinto de los animales, la vida de nuestras células, la lucha del organismo contra los microbios.
En mi otra obra, La Universión, intenté dar una explicación de la estructura del mundo, mostré la función de todas las fuerzas y fluidos, la razón de ser de todos los corpúsculos, electrones, protones, iones, átomos y moléculas que "transportan" el poder universal en este medio supremo disperso en la infinidad del espacio y del tiempo, y que llamé la Universión. Demostré que el pensamiento podía ser comparado con una vibración y que esta vibración nos permitía llegar hasta el concepto mismo de Dios.
En los volúmenes: Materia y El Gran Problema, intenté anatomizar otro misterio de la naturaleza, el de la materia, mostrando cómo surgió de la radiación, de la misma manera que da lugar a la radiación.
He intentado demostrar que la materia no es, en verdad, el producto de una creación, sino el de una reproducción a la que he dado el nombre de materialización.
Gracias a este nuevo principio básico, es posible concebir que nuestra efímera vida corporal, si desaparece en un punto del espacio, continúa sin embargo existiendo en otras estrellas, en las que nos reproducimos eternamente.
En este nuevo volumen, volveré a intentar arrancar a la naturaleza algunos de sus secretos, cuyo misterio aún no hemos logrado penetrar: la electricidad, T. S. F., vibración del pensamiento, autosugestión, magnetismo animal y humano, homeopatía y radiestesia.
Todas estas ciencias, que actualmente están en camino, y de las que mostramos la apasionante evolución, reservan a la humanidad sorpresas insospechadas cuyas consecuencias trastornarán toda nuestra concepción del universo.
Ciertamente, ¡ay! Cuanto más intentamos acercarnos a la meta penetrando más profundamente en los secretos de la Naturaleza, más sentimos nuestra impotencia para descubrir su significado absoluto.
El científico, que dedica toda su vida a la investigación científica, no es más que una abeja que devuelve una molécula de miel a la colmena.
Pero la luz y la intensa fe que dispensa la Naturaleza nos animan y consuelan por la mediocridad de los resultados que obtenemos.
Por lo tanto, buscamos siempre alcanzar una verdad más elevada, en la medida en que nuestro cerebro pueda ayudarnos. Y la única razón de ser de nuestra miserable vida terrenal.
- La traducción es completamente original y se realizó para el Ale. Mar. SAS;
- Todos los derechos reservados.
¡Naturaleza! ¿Qué dominio del espíritu, así como de la materia, no encierra esta prestigiosa palabra? La naturaleza, pero todo lo que nuestros sentidos nos permiten concebir de ella no puede darnos más que un pálido reflejo de su poder omnipotente.
En mi libro El secreto de la vida, ya he intentado levantar una esquina del velo, examinando algunos problemas especiales que plantea la biología, especialmente los del instinto de los animales, la vida de nuestras células, la lucha del organismo contra los microbios.
En mi otra obra, La Universión, intenté dar una explicación de la estructura del mundo, mostré la función de todas las fuerzas y fluidos, la razón de ser de todos los corpúsculos, electrones, protones, iones, átomos y moléculas que "transportan" el poder universal en este medio supremo disperso en la infinidad del espacio y del tiempo, y que llamé la Universión. Demostré que el pensamiento podía ser comparado con una vibración y que esta vibración nos permitía llegar hasta el concepto mismo de Dios.
En los volúmenes: Materia y El Gran Problema, intenté anatomizar otro misterio de la naturaleza, el de la materia, mostrando cómo surgió de la radiación, de la misma manera que da lugar a la radiación.
He intentado demostrar que la materia no es, en verdad, el producto de una creación, sino el de una reproducción a la que he dado el nombre de materialización.
Gracias a este nuevo principio básico, es posible concebir que nuestra efímera vida corporal, si desaparece en un punto del espacio, continúa sin embargo existiendo en otras estrellas, en las que nos reproducimos eternamente.
En este nuevo volumen, volveré a intentar arrancar a la naturaleza algunos de sus secretos, cuyo misterio aún no hemos logrado penetrar: la electricidad, T. S. F., vibración del pensamiento, autosugestión, magnetismo animal y humano, homeopatía y radiestesia.
Todas estas ciencias, que actualmente están en camino, y de las que mostramos la apasionante evolución, reservan a la humanidad sorpresas insospechadas cuyas consecuencias trastornarán toda nuestra concepción del universo.
Ciertamente, ¡ay! Cuanto más intentamos acercarnos a la meta penetrando más profundamente en los secretos de la Naturaleza, más sentimos nuestra impotencia para descubrir su significado absoluto.
El científico, que dedica toda su vida a la investigación científica, no es más que una abeja que devuelve una molécula de miel a la colmena.
Pero la luz y la intensa fe que dispensa la Naturaleza nos animan y consuelan por la mediocridad de los resultados que obtenemos.
Por lo tanto, buscamos siempre alcanzar una verdad más elevada, en la medida en que nuestro cerebro pueda ayudarnos. Y la única razón de ser de nuestra miserable vida terrenal.