Cada día lo entiendo un poco más. Probé el cielo con las manos y ahora lo deseo cada segundo en el infierno que estoy pasando. Antes estaba como perdido en la vida, dañándome a mí mismo hasta que la conocí. Me ayudó a vivir, pues yo nunca lo había hecho en realidad. Me envolvió hasta hacerme amarla y necesitarla con cada aliento, como si ella fuera la vida en sí.Se metió bajo mi piel tan lentamente como solo podría hacerlo quien es inocente en el amor. Y luego ella me destruyó, e hizo el trabajo más limpio y certero del universo. Yo no necesito bajar al infierno para pagar por mis pecados. Ahora el infierno yace en mí y las llamas están presentes con su insidiosa tortura cada segundo, mi crudo tormento. Estoy muriendo. Cada maldito día decido vestirme de negro, en luto por la vida que me ha abandonado. Me reprocho el pensar en ella. Se lo reprocho a mis latidos cuando se aceleran al imaginar sus labios. Se lo reprocho a mi cuerpo que arde con la necesidad de su contacto. Me reprocho a mí mismo el haberme enamorado de ella, y luego me vuelvo a reprochar el siquiera poder pensar en no amarla. Y es que en el momento en que nuestras miradas se cruzaron supe que le pertenecía a ella, aunque no estuviera escrito que así sucediera. Dicen que hay personas destinadas a estar juntas. Dicen que hay personas destinadas a destruirse. Yo digo que nuestro destino era estar juntos, pero ellos nos destruyeron a nosotros.