El espejo electrónico e identidad en movimiento: La poesía de Andrea Leyton Beltrán y Johanna Rodríguez Ahumada. Los poemas escritos por Andrea Leyton Beltrán y las imágenes creadas por Johanna Rodríguez Ahumada componen la doble cara que se refleja en la construcción misma del poema. El espejo entonces no es un reflejo de sí mismo, sino un instante que construye la palabra, la poeta, la viajera que se contempla más allá del tiempo a través de este espejo de tinta que es la palabra. Las figuraciones de la subjetividad y el trabajo con la palabra, como son los poemas "Charada irresoluta" y "Otra charada irresoluta", se enlazan con rituales para acoger, a través del silencio, la visión de las mujeres ancestrales: "Contemplo, con una paciencia atávica que me viene de las abuelas, brujas cauterizadas bajo el dedo de un dios que nunca las vio, brujas que viven en mi carne y que me arden." Hay una claridad que trasciende la sencillez en la expresión del poema que no necesita de artilugios ni maquillaje porque no se trata simplemente del silencio que le da reflexión al verso; se trata del silencio que contiene algo más que escritura, que es el proceso mismo de reflexión sobre la propia escritura. Esta conciencia estética se produce en el reflejo que no es el espejo tradicional, sino la pantalla del computador que se extiende a la vivencia de la voz poética. El medio digital se ha hecho inseparable del acto creativo: Entonces vuelvo a abrazarte con esa v de tu pelo suelto que trenza orgasmos maquínicos; esa v de tu pelo suelto/ que trenza redes divergentes. (Insomnio sin wi-fi) Se trata de un texto que contiene diferentes recursos semióticos de descodificación, en concreto a la correlación sígnica verbo-visual-espacial y temporal. El poema significa de acuerdo a relaciones sígnicas espacio-temporales y activa un proceso de significación metarreferencial a través de la reflexión del propio poema: "Nunca serás seremos la paradoja se hace cuerpo en los sueños el verbo no se hace verbo-carne-hipótesis-sed puntos suspensivos trizas de tiempo mecanografía internauta vacíos entre los dientes." Sin embargo, no estamos frente a la exposición vacía del "like" en el click para el consumo de seguidores, sino frente a una intimidad que busca su voz poética en este espejo electrónico. La voz se sumerge en la pantalla y se irá transformando en un espacio de autoafirmación femenina que busca el lugar para establecerse. La voz extranjera aparece en el poema que cierra este libro llamado "El número", donde el yo poético resume su vida en una maleta. La migración entraña una pérdida del hogar y un forzamiento a adaptarse en espacios hostiles al tiempo que se dispone a transformar el mundo al que llega y que reconoce como nuevo: "entonces me migro, así, porque no me acostumbro a migrar en definitiva, me transmigro en la búsqueda del hallazgo, y erro, y vuelvo, y creo saber cuál es mi cama y allí duermo bien al final del día...", para la voz poética no existe una tierra propia, pasada o anterior que se abandona y, en consecuencia, otra nueva a la que se llega, moldea o reinscribe las particularidades de aquella a la que ya no se puede acceder. El espacio abierto del espejo electrónico se convierte en el lugar de asidero de la voz poética.
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