Invita a reflexionar sobre el paisaje como expresión social de cierto orden territorial y de las relaciones intrínsecas que lo sustentan. En esa dinámica, emerge un nuevo estatus de lugar mediante marcas simbólicas que remiten a percepciones sensoriales, a representaciones colectivas, a construcciones subjetivas. Este tipo de intervenciones, realizadas como caracterizaciones, delimitaciones y diferenciaciones de lugares y de actores, permite reconocer discursos de segregación, de pugnas, de desigualdades. Para ahondar sobre estas cuestiones, toma como caso de estudio el área de borde del Riachuelo, un río interior que divide jurisdiccionalmente a la Ciudad de Buenos Aires con su área metropolitana y que vincula funcionalmente los enclaves urbanos a ambas márgenes: Nueva Pompeya y Valentín Alsina, conformando un nodo estratégico de paisaje singular. En ese marco, se plantean interrogantes sobre la noción de bordes y fronteras, sobre perspectivas de consolidación de centralidades, sobre políticas públicas implementadas, sobre geografías de lugar, sobre roles de diferentes actores sociales. Así entendido, el paisaje urbano articula escenarios, espacialidades y actores como aspecto nodal para hablar de un tríptico constituido por orden, poder y exclusividad desde donde, a la vez que describe, construye categorías dialécticas que establecen desde el discurso diferencias en la ciudad. En ese contexto, el paisaje urbano es examinado como escenario de borde, como territorio de frontera, como demarcación simbólica ante la marginalidad misma. Y se aportan argumentos explicativos sobre procesos de estructuración en las últimas décadas y criterios de intervención ante los densos nubarrones que se ciernen.