Varios ejes articulan este libro. El primero, que se dibujó de modo sorprendente en la superficie textual, apenas configurada, tiene que ver con la idea de espacialidad y sus significantes asociados –espacio, lugar, superficie, territorio, nación, tierra natal, hogar, etc.–, ligada por supuesto al devenir, el desplazamiento, los tránsitos, los viajes, las migraciones y deambulaciones y, entonces, a lo "propio" y lo extraño, lo íntimo y lo público, la pertenencia y la ajenidad, la otredad, lo extranjero. Una tensión que compromete tanto el espacio físico como el escritural y el poético, y que involucra las múltiples dimensiones de la globalización: geográficas, culturales, políticas, mediáticas, identitarias, afectivas. El otro eje articulador, presente en todos los capítulos, es el de los afectos –investiduras, vivencias, pasiones, experiencias–, que es visto tanto en relación con la poética como con la política, la biografía y la vida cotidiana. De creciente importancia en la reflexión actual, sobre todo de la filosofía, la teoría política, la sociología, los estudios culturales y de la diferencia –sin olvidar por cierto el aporte medular del psicoanálisis–, la cuestión de los afectos viene a problematizar, una vez más, la vieja distinción entre público y privado como contraposición entre lo racional y lo afectivo, señalando nuevas vías interpretativas para el análisis de los fenómenos sociales: identificaciones, agrupamientos, pertenencias, memorias colectivas. Pasiones y política, afectos y lazo social aparecen así involucrados en reflexiones sobre los nuevos espacios a conquistar por formas más equitativas de democracia.